Entre la Alegría y la Nostalgia: Hallando Tu Propio Espacio en Navidad
Reflexiones sobre las luces y sombras de la Navidad, y cómo encontrar anclaje en estas fechas, más allá de expectativas y el bullicio externo.
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En este domingo de reuniones y luces cálidas, he encontrado un momento de calma para reflexionar y escribirte. Porque, entre los abrazos, las risas y el bullicio de estas fechas, debe de haber también espacio para los silencios. Pausas en las que nos encontramos con nosotros mismos.
La Navidad llega cargada de guiones. Júbilo, reuniones perfectas, regalos significativos, y una felicidad que se da por sentada…
¿Y qué pasa cuando tu realidad no encaja en ese marco?
No siempre llegamos a estas fechas desde un lugar de calma o celebración. A veces, estamos enfrentando duelos, superando desafíos personales. En muchos casos, los lastres sin resolver en familias y relaciones, complican el reencuentro. O simplemente un agotamiento que hace sentir fuera de lugar.
Esa sensación de desconexión no es rara. Muchas veces, me encuentro con pacientes que me dicen: "Parece que todos disfrutan menos yo." Y lo entiendo. Es fácil olvidar que la Navidad, para muchos, no es más que un escaparate. Nos rodean todas esas imágenes de una felicidad enlatada: mesas llenas, familias riendo, luces brillando prometiendo magia. Lo que no se ve, es todo lo que queda fuera de ese encuadre.
La Navidad y finales de año, tiene una forma peculiar de hacernos comparar nuestra experiencia interna con la versión “editada” de la vida de otros. Y esa comparación puede ser pesada, especialmente si estás atravesando un momento complicado. Circunstancias externas, como desastres o cambios sociales, también alteran esa “normalidad”, y la Navidad deja de ser un refugio festivo.
Una persona me escribió hace poco comentando que estaba atravesando un momento muy difícil. Sola, con tres hijas pequeñas, pasando dificultades financieras… no habrá grandes regalos ni cenas abundantes ese año. Me dijo que se había sentido triste por ellas por no poder ofrecer unas Navidades mejores, pero me reconoció que se sentía agradecida y emocionada porque estaban juntas; “es lo que más nos importa”. Se quedaron conmigo esas palabras, porque a pesar de la tristeza, existe en ella luz en el anhelo de estar junto a sus hijas, que trascendía cualquier expectativa material.
Tal vez ese es el “regalo” que rara vez nos permitimos: el permiso de soltar, y reconocer que no hay una manera correcta de vivir estas fechas, solo la que resuene contigo.
Hay algo en la Navidad que amplifica tanto la alegría como el dolor. Luces, canciones, reuniones… todo parece diseñarse para recordarnos lo que tenemos… pero también lo que falta. Si has perdido a alguien, si estás atravesando dificultades económicas, o si simplemente no estás en un momento emocional estable, esta época puede sentirse como una contradicción constante.
Esa disonancia, entre el brillo exterior y la sombra interior, es un sentimiento más común de lo que muchos creen. Es fácil pensar que uno es el único que no está disfrutando, que hay algo mal. Pero no es así.
Todos llevamos historias que no se ven, nuestra propia “caja negra”; la Navidad no siempre coincide con la sintonía de la etapa vital que estamos viviendo.
A veces, incluso el "grinch" que llevamos dentro —ese enfado sutil o rechazo hacia estas celebraciones— tiene algo que decirnos. Puede ser una forma de protegernos, de expresar una necesidad que no hemos atendido. La disonancia emerge por algo; escuchar esa voz, en lugar de ignorarla, puede ayudar a encarar aquellas cuestiones sin resolver durante el año. Escucharte no significa rendirte a la tristeza, sino atender lo que estás sintiendo; aunque sea incómodo.
La Navidad debería de ser honesta, antes que perfecta. No vivimos en una de esas películas americanas ochenteras que ponen en la tele en esta época.
La presión no solo viene de afuera, también desde dentro. Queremos cumplir con expectativas, no decepcionar a nadie, ser parte del espíritu festivo… Pero es lícito redefinir estas fechas en tus propios términos. La Navidad no tiene que ser una lista de compromisos ni un despliegue de alegría constante. Puede ser un tiempo para conectar contigo mismo si lo necesitas, para cuidar lo que necesitas en este momento, incluso si eso significa decir "no"a ciertas expectativas.
Por ello te pregunto, ¿qué es lo que realmente valoras de estas fechas?
Quizás sea la oportunidad para reconectar con tus seres queridos, o con personas significativas que han estado ahí de una manera u otra para ti. Quizás sea un momento de gratitud por lo que tienes, o de honrar la memoria por lo que extrañas.
Y si encuentras que estas fechas son difíciles, recuerda que tu sentimiento es ampliamente compartido. Hay muchas formas de encontrar conexión y consuelo, aunque no se vean como las postales navideñas. Tal vez sea un paseo en soledad, un libro que te reconforta, o un mensaje sincero a alguien que te importa. Esos pequeños actos, que se ven menos que las reuniones y cenas, son los que realmente nos sostienen.
En esta Navidad, no te sientas obligado a encajar en un molde que no resuena contigo. Sé fiel a lo que sientes, a lo que necesitas, y a lo que te importa. Lo importante no es lo que sucede afuera, sino cómo eliges cuidar de ti mismo y de quienes amas.
Que estas fechas sean tuyas, a tu manera. Te agradezco tu compañía en este trayecto de Dinámica Mente, y te deseo sinceramente felices fiestas.