La Trampa del Positivismo Tóxico: ¿Perseguir la Felicidad nos Aleja de Ella?
El positivismo tóxico impone un mandato de felicidad imposible, descubre las consecuencias psicológicas de la presión por ser feliz, y aprende cómo tener un mayor equilibrio con todas tus emociones.
¡Buenos días! Comenzamos bien la semana, en la edición de hoy leerás:
La cultura del positivismo tóxico y sus consecuencias psicológicas
El impacto emocional del imperativo de la felicidad
Reflexiones y recomendaciones: cómo liberarte del mandato de ser feliz
⏳ Tiempo de lectura: 10 min.
La vida de Sofía parece sacada de un escaparate: treinta y cinco años, trabajo estable, viviendo en pareja en su apartamento nuevo, viajes exóticos en vacaciones, y fotografías decoradas con frases motivacionales que reflejan su vida en redes sociales. Sin embargo, atrapada en el tráfico en la vuelta a casa, el vacío que siente en su pecho la golpea de nuevo. Ni los cursos de mindfulness, ni los podcasts de desarrollo personal logran calmar esa sensación de insatisfacción que la sigue a todas partes.
“¿Por qué hacer esfuerzos por ser feliz, me hace sentir más lejos de la felicidad?”
Parece que no importa los logros que acumula, siempre parece estar un paso por detrás de esa felicidad plena que anhela. Sofía se mira en el retrovisor, sonríe y se dice a sí misma que no se puede permitir estar mal. Sabe que su sonrisa es forzada en muchas ocasiones, que aprovecha para mostrarse alegre en cada encuentro social, aunque no se sienta así. Creció en un entorno que la quería siempre arriba, siempre feliz. Como taparse los oídos para no escuchar el eco de un grito ininteligible, intenta estar siempre bien desconectándose de sí misma, reforzando la idea de que sentir esa tristeza o frustración es un fracaso personal.
El positivismo tóxico es un fenómeno cultural y psicológico, que insiste en mantener una visión positiva y optimista en todo momento, independientemente de las circunstancias. ¿Podría ser que perseguir la felicidad, en realidad nos aleja de ella?
La cultura del positivismo tóxico y sus consecuencias psicológicas
La cultura del positivismo tóxico es un fenómeno reciente que sostiene la creencia de que siempre se debe “pensar en positivo”, y busca evitar cualquier pensamiento o emoción “negativa”; como si fuera inaceptable o un signo de fracaso personal.
La socióloga Eva Illouz, en su libro Happycracia critica esta cultura del bienestar, señalando que la obsesión por la autoayuda y el coaching está en aumento, impulsada por una industria detrás que mercantiliza el malestar. La narrativa del positivismo nos responsabiliza de nuestro estado emocional, sugiriendo que, si no somos felices, es porque no estamos haciendo lo suficiente, porque no estamos luchando lo bastante duro para cambiar nuestras emociones.
Esta cultura nos empuja a creer que todo está en nuestra actitud: si algo va mal, simplemente cambia tu perspectiva; si te sientes triste, es porque no haces lo suficiente por estar bien. El positivismo tóxico es culpabilizante, y promueve una falsa idea de bienestar, convirtiéndose en un obstáculo para el autoconocimiento y la salud emocional:
Fomenta la represión de las emociones negativas, como algo que debe ser evitado o corregido de inmediato, lo cual desvaloriza experiencias humanas normales.
Ejerce una presión constante para mostrar felicidad, incluso cuando se atraviesan situaciones difíciles, lo que puede llevar a la supresión de emociones.
Minimiza o ignora la complejidad de los desafíos y problemas reales, ofreciendo respuestas simplistas, sin abordar la raíz de los problemas o las emociones involucradas.
Invalida o deslegitima el dolor —propio o ajeno—, sugiriendo que no hay espacio para emociones “negativas” o difíciles.
Las relaciones también padecen el yugo del positivismo. Por un lado, ejerce una presión que moldea cómo nos presentamos al mundo, imponiendo una “máscara” social. Las redes sociales son un reflejo de esto, empujando a sentir las vulnerabilidades como defecto; algo que debe ser ocultado. Por otro lado, cuando alguien expresa tristeza o ansiedad, respuestas como “todo va a estar bien” o “tienes que ser positivo” impiden empatizar, invalidan la experiencia, y empujan a corregirse en lugar de comprenderse.
El impacto emocional del imperativo de la felicidad
Las emociones no son problemas de actitud o perspectiva: son respuestas psicológicas complejas y genuinas ante la realidad de la vida.
Ignorar o negar las emociones incómodas también nos desconecta de una parte esencial de la experiencia humana. El positivismo tóxico no reconoce que todas las emociones —incluso las etiquetadas como “negativas”—cumplen un papel crucial en nuestro bienestar psicológico.
Emociones como la tristeza, la ira o el miedo nos alertan sobre lo que no está funcionando y nos motivan a hacer cambios. Aceptar y explorar estas emociones en un contexto seguro, como en una psicoterapia, nos ayuda a crecer y a entendernos mejor, en lugar de reprimirlas o ignorarlas.
Esas emociones con “mala prensa”, no son anomalías que debemos eliminar; son señales que nos guían, que nos dicen que algo necesita atención o cambio. Perdemos la oportunidad de conocernos en nuestra totalidad, quedándonos atrapados en una versión parcial de uno mismo.
Paradójicamente, al no permitirnos experimentar y procesar emociones incómodas, estas se acumulan y pueden manifestarse en síntomas depresivos o de ansiedad. Mecanismos de defensa, como la represión o la negación, son bien conocidos en psicoanálisis como procesos de afrontamiento que evitan el dolor, pero que generan conflictos psicológicos.
Al evitar confrontar y procesar esas experiencias internas, las personas se vuelven menos resilientes, y tienen más dificultades para lidiar con los desafíos de la vida.
Esta búsqueda constante, te atrapa en un bucle en el que la felicidad, es una meta que siempre se escapa de las manos; una fuente de angustia en lugar de paz mental.
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Reflexiones y recomendaciones: cómo Liberarse del mandato de ser feliz
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Nos han vendido una ilusión que alimenta más insatisfacción de la que resuelve. Esta búsqueda constante de una felicidad que nunca llega, es en sí misma una fuente de malestar.
Es hora de dejar de perseguir espejismos y empezar a vivir con la certeza de que está bien no estar siempre bien. Porque la vida, con todas sus luces y sombras, es más compleja que cualquier promesa de felicidad perpetua.
Liberarse de este imperativo de la felicidad, no consiste en asumir que la vida es un camino de espinas, tristeza y desgracias, pero sí en aceptar la complejidad de nuestras experiencias, en lugar de tratar encajarnos en un molde inalcanzable. Significa darnos el permiso de sentir, sin autoimponernos una corrección constante.
El mandato de la felicidad puede generar sentimientos de culpa o frustración, al no permitir espacio para procesar el dolor o la tristeza. Un enfoque más saludable es aceptar todas las emociones como válidas, permitiendo sentirlas, aprender de ellas, al mismo tiempo que se cultiva una visión optimista y realista de la vida. Sabemos bien que esta mentalidad potencia la resiliencia y la salud mental, frente al pesimismo y la negatividad.
¿Qué pasa si aceptas la tristeza sin prisas por solucionarla, si dejas de medir tu valía en función de un supuesto estado llamado felicidad?
Para empezar, prueba a observar tus emociones con curiosidad y sin etiquetas. Pregúntate qué necesitas en los momentos de incomodidad: quizás no sea una afirmación positiva, sino un descanso; o un espacio para procesar lo que estás viviendo; tal vez necesitas hablar y ponerlo en palabras.
Aceptar nuestras emociones nos conecta con una versión más auténtica de nosotros mismos, nos permite navegar las tormentas sin la presión de fingir. La naturaleza humana es imperfecta, un constante vaivén de emociones que reflejan la diversidad de lo que nos ocurre durante la vida. No estamos diseñados para un estado de bienestar perfecto y continuo, la vida tiene múltiples caras y es fundamental aprender a afrontarlas.
El verdadero bienestar se encuentra en un estado de equilibrio que nos permita flotar sobre las turbulencias de la vida, un bienestar que no depende de un estado inalcanzable, sino de una sensación de plenitud y de conexión con nosotros mismos.
📚 Referencia recomendada:
Illouz, E., Cabanas, E. (2019). Happycracia: Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas. Paidós
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Nos encontramos dentro de unos días.
Hasta entonces, te deseo una estupenda semana.
Cierto, se ha mercantilizado y simplificado en exceso.
Gracias por la recomendación 👍