Sabes que te Duele, pero No Puedes Soltarlo: Conflictos Internos en tus Relaciones
A veces, nos aferramos a lo que nos lastima y huimos de lo que nos cuida. No es irracional, sino el choque entre sistemas motivacionales que moldean nuestras relaciones.
☕ Buenos días, acompáñame este lunes en Dinámica Mente, para descubrir a través de dos historias reales, cómo la mente influye en cómo nos relacionamos.
Caso 1: La relación que duele, pero no se deja
El choque de sistemas motivacionales
El autoengaño como defensa
Caso 2: El miedo a la intimidad
⏳ Tiempo de lectura: 10’ min.
Abrimos los ojos cada día creyendo que tomamos decisiones libres. Que elegimos a quién amamos, de quién nos alejamos, qué vínculos construimos. Pero si miras de cerca, muchas de esas decisiones ya estaban tomadas antes de razonarlas.
Dentro de ti no hay una sola voluntad, sino distintas fuerzas que operan en paralelo. A veces, en lugar de trabajar juntas, chocan como placas tectónicas. En la última edición describí los sistemas motivacionales: las fuerzas invisibles que moldean nuestra mente y relaciones. A lo largo de las ediciones de esta newsletter hemos explorado el apego, la regulación emocional, el narcisismo... pero hoy quiero que lo veas en acción.
Voy a contarte dos historias reales, dos casos donde verás como los conflictos internos van más allá de una “elección consciente”. Son fuerzas que impulsaron e influyeron desde dentro, entrando en guerra dentro de estas personas, generando sufrimiento, frustración y malestar.
Los nombres y detalles han sido modificados para proteger la identidad de los pacientes, con su consentimiento para compartir sus historias con fines educativos.
Empecemos.

Caso 1: La relación que duele, pero no se deja
Mariana sabía que tenía que irse. Lo sabía la primera vez que él le gritó en plena calle por algo insignificante. Lo supo cuando empezó a dudar de su propia memoria porque él siempre tenía una versión diferente de los hechos. Lo sintió cuando comenzó a pedir permiso, sin darse cuenta, para cosas tan básicas como salir con sus amigas o elegir qué ropa ponerse.
Desde la primera sesión en terapia, lo decía con claridad: “Esto no está bien. Me está destruyendo.” Y, aun así… no podía irse.
Sabía que no era amor. Que el amor no te hace sentir que caminas sobre cristales. Que en cualquier momento una palabra fuera de lugar puede hacer estallar una discusión violenta de la nada. Sabía que él la manipulaba, que la hacía sentirse culpable por cosas que ni siquiera había hecho.
Cada vez que juntaba el valor para hacerlo, él volvía con la voz suave, con los ojos cansados, con un “perdón, yo te quiero; me sacaste de mis casillas”. Y Mariana, que ya se había acostumbrado a cargar con la culpa, lo creía. Porque la alternativa, aceptar que estaba en una relación abusiva, era demasiado aterradora.
El choque de sistemas motivacionales
La dificultad de Mariana no era falta de amor propio ni falta de voluntad. Dentro de ella había dos fuerzas en guerra:
🔹 El sistema de apego → Desde la infancia, había aprendido que el amor había que ganárselo. Que los afectos eran intermitentes y que, cuando alguien se alejaba, la única forma de recuperarlo era intentarlo más fuerte. Para su mente, la distancia significaba peligro, así que cada vez que él la rechazaba, su sistema de apego se activaba con pánico: haz lo que sea para que se quede y no se vaya.
🔹 El sistema de autopreservación → Su instinto de protección intentaba advertirle que estaba en peligro, que nadie debería hablarle así. Sentirse constantemente en estado de alerta no era normal.
Pero el miedo al abandono era más grande que el miedo al maltrato psicológico. Porque, en su mundo interno, estar sola era un peligro más grande que quedarse con alguien que la destruía poco a poco.
El autoengaño como defensa
Para soportar la contradicción, la mente hizo lo que mejor sabe hacer: distorsionar la realidad hasta que parezca soportable.
🔹 Racionalización → "Es que tiene problemas emocionales, yo lo entiendo." Justificaba su comportamiento violento atribuyéndolo a su historia personal, como si eso lo hiciera menos dañino.
🔹 Negación → "No es tan grave, yo también tengo carácter fuerte." Restaba importancia a los insultos y manipulaciones para no enfrentar la realidad de que estaba en una relación abusiva.
🔹 Introyección → "Si me habla así es porque algo debo estar haciendo mal." Había absorbido el discurso de su pareja hasta el punto de hacer suyas las críticas y desprecios, creyendo que, si cambiaba lo suficiente, él dejaría de tratarla así.
Estos mecanismos la mantenían atrapada y reforzaban el ciclo de abuso. Mariana no solo justificaba a su pareja, sino que se culpaba a sí misma, como si el problema fuera ella y no la dinámica destructiva.
La salida no estaba en decirle “déjalo”, sino en ayudarla a ver por qué su propia mente la mantenía atrapada. Una vez que vio el patrón —una vez que dejó de llamarlo amor y empezó a llamarlo miedo—, dentro de ella hubo una toma de conciencia clara, un insight, que la recolocó para poder poner fin a esa relación.

Caso 2: El miedo a la intimidad
A Javier le gustaba enamorarse. El vértigo del principio, la incertidumbre, la conquista, el sexo apasionado... Durante las primeras semanas, todo era intensidad: mensajes constantes, planes a futuro, química ardiendo en la piel.
Pero siempre, en algún punto, algo se rompía. De repente, el deseo se apagaba. Ya no le interesaba tanto verla, ya no sentía urgencia por contestar. Peor aún, cualquier gesto de cariño empezaba a molestarle. Como si la otra persona hubiera cruzado un umbral invisible y ahora, en lugar de atraerlo, lo asfixiara.
“Me gusta, pero cuando empieza a involucrarse demasiado, pierdo el interés.” No era la primera vez que lo decía.
Treinta y ocho años. Relaciones fugaces en serie. Enamoramientos intensos seguidos de un desapego frío. Si alguien se mostraba indiferente, lo perseguía. Si alguien le ofrecía estabilidad, se alejaba.
Pero no era solo una cuestión de atracción. Era un conflicto entre dos partes de él que no podían reconciliarse:
🔹 El sistema de sexualidad emocional → Buscaba intensidad, deseo, estímulo, conquista. Pero cuando el otro quería algo más profundo, la sensación de libertad se transformaba en amenaza.
🔹 El sistema de apego → Anhelaba amor y estabilidad, pero su historia le enseñó que la cercanía podía ser peligrosa. Que el compromiso significaba perder el control, ceder su independencia, volverse vulnerable.
Cada vez que una potencial pareja se volvía “demasiado real”, su sistema de apego activaba la alarma. Para Javier, sin darse cuenta, el amor se sentía como una jaula.
Javier creció en una casa donde el afecto era escaso y la independencia, obligatoria. Sus padres no eran fríos ni crueles, pero el cariño y la comprensión eran mínimos. Si tenía un problema, la respuesta era “tienes que encargarte tú”. Si buscaba consuelo, encontraba distancia. Aprendió que necesitar amor era casi una ofensa; le hacía débil, vulnerable.
Así que su mente hizo lo que mejor sabía hacer: protegerlo. Mantenerlo alejado de cualquier vínculo que pudiera ser real. El sexo y la pasión inicial, le servía inconscientemente de “sucedáneo” de sus necesidades emocionales, pero la desregulación le empujaba a evitar lo que vivía como una amenaza.
Cuando logró ver esto, la pregunta cambió. Dejó de preguntarse por qué no encontraba a alguien que le gustara lo suficiente, y empezó a preguntarse cómo permitirse ser querido sin huir.
Ahí comenzó su verdadero proceso.
Si quieres leer más sobre la importancia del sistema de apego, haz click aquí ⬇️
El Guión Emocional que Interpretas en tus Relaciones Escrito en la Infancia
☕ Buenos días, hoy en Dinámica Mente te invito a aprender sobre:
Tus sistemas motivacionales han estado acompañando tu desarrollo psicológico y social, guiando tus decisiones sin que lo notes. Pero no somos esclavos de nuestras reacciones aprendidas ni de los secuestros emocionales. Aquí tienes la oportunidad de aprender a observarlos en acción.
¿Qué patrones se repiten en tu vida? Si estas historias resonaron contigo, cuéntame en los comentarios.
Si quieres seguir explorando cómo tu mente define la forma en que amas, te proteges y te vinculas, acompáñame en esta conversación cada semana.
Nos leemos pronto,
Hugo
PD: Si te reconoces en estas historias y sientes que algo dentro de ti se repite sin explicación, no tienes que resolverlo solo. La terapia puede ayudarte a entender esos patrones y empezar a tener mayor control sobre tus decisiones. Escríbeme si estás listo para dar el primer paso:
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